miércoles, 14 de junio de 2017

¿Cómo puedo decir que estoy viva?

Hay quien me conoce y cree que sé bastante sobre música. Al menos lo bastante como para hacer recomendaciones. De todo el tiempo que paso despierta, puede que más de la mitad esté escuchando canciones. Así que sí, conozco muchas, y hoy conozco justo las que necesito para contar cómo me siento.

Voy a sentarme aquí sola para contarme los dedos porque no hay otra cosa que pueda hacer. Mientras me siento como si no tuviera que estar aquí, como si estuviera acabada. Y si llueve, contaré las gotas de lluvia, me asomaré a la ventana y las sentiré caer. Caerán como sé que lo harán todo aquello con o que contaba, todo aquello en lo que pensaba apoyarme. Sin motivos para continuar, voy a resignarme, sentarme y contarme los dedos; como una pequeña niña triste, desafortunada e infeliz. 
"Little Girl Blue", Janis Joplin.



Parece que nadie sabrá nunca lo que siento. Supongo que parezco feliz y que he olvidado cuánto me cuesta sonreír. Voy viendo mi vida pasar como la broma macabra que el destino le gastó a Sabina, sola en medio de un montón de gente sin nadie que lo comprenda. Y todos mis recuerdos felices, y esa infancia solitaria y aquel verano maravilloso se han ido, "se perderán como lágrimas en la lluvia" (frase de la película "Blade Runner") cuando yo no esté. Y ya no estoy. Así que todo se ha perdido. Porque me he hecho vieja derepente, "sin arrugas en la frente pero con ganas de morir".


El actor Rutger Hauer en el papel de Roy Batty en Blade Runner

Si tú, o tú, o éste o ése o aquél hubiesen sabido que todo lo que parecía seguro y fuerte era una quimera quizá me hubieran llamado para cantar toda la noche algo así como "que estamos para quedarnos". Pero me estoy haciendo mayor y ese viaje se va marcando en mi piel. Tal vez si la lluvia no les hubiese impedido verme, si es que querían hacerlo, el tocadiscos de mi memoria cambiaría de vinilo.

Y no dejo de oír esa voz de lamento dentro de mí y sus "ojalás!:
Ojalá hubiese aprendido algo de todo esto. 
Ojalá realmente volviese a ser yo y supiera negarme y decir que no. 
Y decirlo de verdad. 
Ojalá perdiera esa acuciante necesidad de satisfacer y agradar a los demás que ni funciona ni me trae nada bueno. 
Ojalá recuperase lo que perdí tras 4 años descomponiéndome y oxidándome a base de respirar.
Ojalá no me quedase un gramo de inocencia que me hiciera creer que algo puede cambiar, que alguien puede cambiar, o, lo peor, que yo puedo cambiar algo.

Si no tengo ni valgo nada. Y sigo viva de todos modos porque aún tengo un corazón que bombea sangre y unos pulmones capaces de respirar. 

Camino sola por la calle y siento mis pies arrastrarse por el fango mientras la luz del cielo, aún nublado, me ciega.
Siento el desierto de la ciudad tan llena de gente sin alma y pienso en que me ha llevado demasiado tiempo darme cuenta de que cada vez que pienso me equivoco. 
Recuerdo que solía pensar que esto sería más fácil, como lo está siendo para el resto. 
Y aunque no lo parezca y aunque ni yo misma conserve la fe en mí, no para de intentarlo y pienso "tal vez aguantando un poco más el año que viene se feliz, aunque ahora esté llorando".
Cometo los mismos errores y me fío, y confío y para no caer en la desesperación pienso en qué diría Scarlett, "mañana será otro día" (frase de la película "Lo que el viento se llevó"), e intentaré volver al hogar. 

Voy a sincerarme y admitir que nunca he encontrado un lugar en el que me sintiera cómoda. Nunca he tenido la fuerza suficiente de soportar la espera para que eso pasase. Tal vez deba pedir perdón por volver a irme, pero tampoco es que os importe. 
A pesar de esta insatisfacción, no puedo desear nada más de lo que tengo ni olvidar que nada de lo que tengo es mío. Tuve sueños y planes, y aunque ya nada me retiene, no sé qué fue de ellos. Me queda el pensamiento. 
Así que me encierrro.
Construyo un muro en rededor. 
Y rezo porque no caiga.
Tengo tanto miedo de fallar que ni siquiera lo intento...
¿Cómo puedo entonces decir que estoy viva?

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